El festivalero, ese especimen único, genuino, capaz de dejarlo todo con tal de estar delante de un escenario, no vive de enero a diciembre, vive con un calendario particular
La vida está ahí para aprovecharla, exprimirla, zarandearla, arrastrarla y desfasarla, para llegar a los 70 años completamente destrozado, pero feliz, muy feliz.
Los que amamos la música electrónica tenemos ese punto de locura del que carece el pueblo llano, del que jamás podrán entender los que tildan de “música de satán” a los diversos géneros que componen el maravilloso entramado del estilo musical que nos une y que nos hace compartir experiencias cada día.
Ese amor incondicional por los bpm hacen que vivamos la vida de otra manera, con otro enfoque, algo que acaba repercutiendo en nuestra vida social, rutinaria, haciendo del calendario ordinario, otro muy diferente, otro que todos reconocerán en cuanto lo ponga en liza en breves instantes.
Pongámonos en que situamos nuestras vidas el 1 de septiembre. A Summer, 4every1, Dreambeach, Aquasella, Medusa, Arona, Arenal…todos los festivales quedan ya atrás, nos hemos pateado media España visitando escenarios, y ahora toca volver a empezar.
SEPTIEMBRE A NOVIEMBRE | LA LARGA ESPERA
Vuelta a la realidad, sin un duro en la cartera, y con la muñeca repleta de pulseras, comenzamos la rutina con un único pensamiento en la cabeza: esperar ansiosamente que vuelvan a anunciar los primeros cabezas de cartel. Nos entretiene el buen tiempo, las terrazas y los rostros bronceados de niñas y niños que nos hacen poner, por milésimas de segundo, la música en un segundo plano. Es el periodo más ‘aburrido’ para un festivalero, sin apenas noticias relevantes, pero eh, hay que recuperarse, que nuestro hígado tiene un límite.
NOVIEMBRE A FEBRERO | NOS VOLVEMOS ENFERMOS
Yo, a diferencia de todos, odio esta época, y la odio porque soy un maldito enfermo, y me pongo nervioso al ver las nuevas confirmaciones, festivales emergentes, y fechas de los festivales veraniegos, y quiero estar ya allí. Aquí se da el pistoletazo de salida, los festivales lanzan sus bombas, y la gente se vuelve literalmente loca haciendo planes, reservando apartamentos, convenciendo a los clásicos indecisos, comprando abonos y haciendo cábalas sobre las próximas confirmaciones, los típicos “este año Skrillex viene seguro” o los maravillosos “queremos más techno”. Son meses de organización, ilusión, y mucha ansia porque llegue el verano.
FEBRERO A MAYO | AHORRANDO QUE ES GERUNDIO
Una vez formado ese grupo, o al menos la tranquilidad de que un amigo tuyo se comprara el abono a la vez que tu, y con la certeza de que te moverás de tu ciudad para ver a tus artistas favoritos, llegan los Juegos del Hambre para el festivalero. Un viaje, por muy barato que te salga, siempre te va a costar un dinero que en este momento no tienes, y por eso, si eres un verdadero festivalero, cuidas al detalle cada euro que te gastas. Miras con recelo a aquellos que se piden la segunda copa por 12€, tu armario no cambia de aspecto, pues más valioso es para ti cambiar tokens por dinero que tener unos pantalones monos para la graduación de tu hermana…etc.
Especial es nuestra particular Semana Santa, que se realiza en Miami, y culmina con el viernes, sábado y domingo de resurrección en Bayfront Park, con Ultra Music Festival como la Meca de la electrónica.
JUNIO A AGOSTO | HORARIOS, ACCIÓN, LOCURA
¿Habrá sensación más maravillosa que levantarte una mañana y encontrarte a tus amigos escribiendo en mayúscula “YA HAN SALIDO LOS HORARIOS!!!!”? Se me ponen los vellos de punta solo de pensarlo. Sí, es ese momento en el que el cartelazo con el que llevas babeando todos estos meses tiene su recorrido, su puesta a punto, y es ahora cuando tu mente se deja llevar por tus emociones para ir colocando, uno a uno, de forma minuciosa, cada deejay que vas a ver, en qué escenario, e incluso programas un pequeño descanso, si el horario te lo permite, para cargar pilas. Un folio hecho a boli, con mil tachones, que luego fotografías o pasas a limpio por WhatsApp, y que no dudas en sacar en mitad del festival para seguir al dedillo nuestro timeline.
Es la época que bien vale un año de espera, el momento de disfrutar, desfasar, gastar, conocer, divertirse junto a tus amigos, junto a los nuevos conocidos, los que hace segundos que habéis cruzado miradas y acto seguido os dais abrazos afirmando “hermano, esto es la p*lla”, con una felicidad exacerbada producto de la música que nos embriaga, y las bebidas espirituosas, que también hacen lo suyo…
Son tres meses que muchas de nuestras novias y novios no entienden, que provocan mosqueos porque prefieres irte a Villaricos antes que a Matalascañas con sus amigos, tres meses en los que tus padres te deslizan “pero hijo, ¿tu no vas a parar nunca?”, y tres meses que, en definitiva, nos caracterizan como lo que somos, unos malditos ‘taraos’ de esta locura que llaman electrónica.